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C U L T U R A

LA ARQUITECTURA

La arquitectura alpujarreña es quizás uno de los elementos culturales más identificativos y originales de esta comarca, que suponen junto con las fuentes, miradores, calles, plazas, y el mismo medio en el que se enclavan, un paisaje de inigualables características. Es más acertado denominarlo como “el paisaje”. Existen importantes diferencias tanto en el urbanismo como en las tipologías constructivas entre los núcleos de población que son centros subcomarcales como Ugíjar, Cádiar, Órgiva, Lanjarón y el resto de los pueblos. Los primeros, poseen calles y casas más amplias, edificios modernos de varias plantas, y, aunque tienen algunos barrios que conservan la arquitectura y disposición de las casas típicas alpujarreñas, la mayoría son de tejado a dos aguas, con bloques de más de dos plantas,... similar a la de cualquier otro lugar. En este sitio web sólo se va a tratar de la arquitectura popular alpujarreña. Algunos autores opinan que el origen de la arquitectura alpujarreña se encuentra en las tribus bereberes que poblaron estas tierras, de hecho existen casas similares en el Rif marroquí y otros lugares del Mediterráneo, aunque, igual que ocurre con el origen de la metalurgia, existen precedentes en el Neolítico de viviendas similares. Se trata de construir con los materiales de las cercanías, y mejor si los proporciona gratuitamente la naturaleza.

LAS CASAS DE LA ALPUJARRA

La casa de arquitectura popular alpujarreña, está especialmente adaptada a la ladera y a las condiciones climáticas, igual que el urbanismo de los pueblos. Los materiales utilizados en las construcciones han sido la piedra, madera de castaño, nogal  y álamo, cañas, yeso, lajas de pizarra, y launa -una arcilla magnesiana de color grisáceo impermeable que cubre los terraos-... El uso de estos materiales está condicionado por razones evidentes: aprovechamiento de los recursos disponibles -si tienes en las cercanías  piedras gratis, no tiene sentido comprar ladrillos- y las dificultades para transportar los materiales -las carreteras no llegaron a La Alpujarra hasta hace unas cuantas décadas-. La obra se realizaba con mezcla de arena, cal y agua en distintas proporciones -el “opus caementicium” romano- en lugar de la arena, cemento y agua como se hace actualmente. Los muros  son de un grosor importante y su disposición, al igual que las calles, parece que no tienen  una disposición lógica. Aparte de los condicionantes del espacio disponible a construir, es muy importante tener en cuenta los posibles desplazamientos del terreno a consecuencia del tipo de suelo y la pendiente. En consecuencia, las casas alpujarreñas se dividen en volúmenes casi independientes, consiguiendo una construcción flexible, no sólo por los materiales utilizados, sino por la propia estructura que permite que algunas casas se puedan “deslizar” por la pendiente incluso varios centímetros al año. Las construcciones actuales de estructura de hormigón y cemento son edificios rígidos que no permiten desplazamientos de la base, ocasionando en algunas ocasiones que casas nuevas tengan grietas importantes difíciles de corregir. Aunque en la Alpujarra Media y Baja se hacía con mayor profusión, en la Alta, la separación de algunas habitaciones por medio de tabiques se hacían con cañizos o palos finos atados con esparto, guitas o tomizas, a modo de paneles que se enlucían posteriormente con yeso por ambas caras. Los tabiques con caña, poseen la ventaja de que además del aislamiento que produce el aire del interior de los segmentos de la caña, no suponen una carga importante para la estructura. En cuanto a las cubiertas, los terraos, se basan en vigas de castaño o álamo -en habitaciones pequeñas también se utilizaban las de encina y moral- apoyadas en los muros de carga (o en gruesas vigas de carga ene estos muros) con lajas o losas irregulares de pizarra encima -si estas tienen al menos un lado de unos 40 centímetros, si no, las pequeñas lajas van apoyadas en unas viguetas de madera denominadas alfajías -o alfarjías- que cruzan las vigas de forma perpendicular-, una mezcla de barro llamado “malhecho”, y la launa encima. El borde del terrao se cubre con lajas grandes de pizarra con al menos un lado recto -que es el que se verá dando a la calle- llamadas aleros, con piedras grandes encima llamadas “castigaeras”. En algunas casas, sobre todo las localizadas en la parte baja de los valles alpujarreños, el malhecho se apoya sobre un cañizo y este sobre las vigas -aunque este sistema no es exclusivo de La Alpujarra-; el motivo principal de la elección de lajas de pizarra, lajas pequeñas de pizarra con alfajías, o cañizo, vuelve a ser la disponibilidad del recurso. Las chimeneas, aunque existan otras formas, suelen ser trococónicas rematadas con un “sombrero” formado por una laja de pizarra y una piedra “castigaera” -para que no se lo lleve el viento-. Con la finalidad de que el peso de la chimenea no fuera excesivo y para aprovechar los restos de la obra, se podían levantar a base de yesones, que posteriormente se “enlucían”. La disposición de las habitaciones, se parece a casi todas las viviendas de montaña, incluso las de los Alpes. Así, en la planta inferior -a veces semisótano- se sitúan las cuadras de los animales -burra o burro, mula o mulo, cerdos, gallinas,...-; encima, la vivienda propiamente dicha, situándose una chimenea en la cocina y esta al lado del salón-comedor, al lado los dormitorios; y en el piso superior, el pajar y/o secadero- almacén de productos agrícolas. De esta forma, se consigue un importante aislamiento respecto del exterior: de la humedad del suelo de la planta inferior, del frío de la planta superior, mientras que los gruesos muros lo hacen por los lados de la casa. Se puede afirmar que las casas de arquitectura popular alpujarreña, por su orientación, distribución, estructura y materiales utilizados, son viviendas absolutamente “bioclimáticas”, perfectamente adaptadas a las duras condiciones meteorológicas y geográficas de Sierra Nevada, cuya eficiencia se ha contrastado con el paso de los siglos.

EL URBANISMO

Por regla general, los pueblos se adaptan a la geografía física, y como La Alpujarra es una comarca esencialmente montañosa, se disponen en escalera  y orientados al Sur o a espacios abiertos, con la finalidad de aprovechar la bonanza climática del Mediterráneo. Hoy día la práctica totalidad de los pueblos están encalados, aunque en otras épocas, quizás por motivos defensivos o por falta de disponibilidad de la cal, se camuflaban perfectamente con el paisaje al utilizar los mismos materiales en la construcción que los que se encontraban en los alrededores.  Los pueblos alpujarreños se suelen dividir en barrios de muy diferente tamaño y a veces separados por decenas de metros unos de otros. Estos barrios dependen de un núcleo más importante en el que se suelen encontrar los servicios municipales, el juzgado de paz, correos,... Con frecuencia, la separación no suele ser sólo física sino también social, teniendo algunos nombre propio, gentilicio e incluso “enemistades seculares” con el núcleo vecino. Cada barrio suele tener su plaza respectiva en la que se encuentra con frecuencia una fuente y algún bar o taberna, iglesia o ermita, panadería o tienda, incluso existe algún comercio que ofrece casi todo lo anterior, incluidos zapatos y vestimenta. La disposición de los grupos de casas es normalmente en un plano paralelo al terreno y con la misma altura: de esta forma se consigue que el “frío del Norte pase de largo”. Las calles tienen un trazado sinuoso y hasta cierto punto caótico y anárquico. Esta disposición, aparte de su adaptación al terreno, tenía una ventaja defensiva clara -los invasores se pueden “perder” por las calles, mientras desde lo alto de los terraos los alpujarreños les arrojaban lo que tenían a mano-. El terrao es la cubierta de la casa alpujarreña, siendo a veces un espacio que comparten varias casas: la propiedad no es siempre vertical, sino horizontal. El terrao se utiliza como secadero rápido de productos de huerta, para tender la ropa,… Otra característica que define el urbanismo alpujarreño son los tinaos: suelen ser voladizos que a veces cubren la entrada e incluso parte de la calle. Aunque los tinaos sean a veces una forma de apropiación privada de una vía pública, tienen su funcionalidad estratégica: dejar parte de la calle cubierta para protegerse de la inclemencias del tiempo y en el caso de nevadas copiosas acelerar el proceso de deshielo; defensivamente servían para comunicar un grupo de terraos con otros y pasar a otra zona del barrio sin pisar la calle. Hoy día, la mayor parte de las calles están alquitranadas o encementadas, aunque en algunos casos se conservan calles empedradas -con frecuencia las que tenían más pendiente o en el sentido de la ladera, para evitar la escorrentía en caso de lluvias fuertes- y de tierra -las perpendiculares a la ladera y más llanas-, algunas incluso con acequias por medio de la calle. Aún quedan también, bastantes lavaderos al lado de fuentes y acequias -o dentro de ellas-.
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LA ARQUITECTURA

La arquitectura alpujarreña es quizás uno de los elementos culturales más identificativos y originales de esta comarca, que suponen junto con las fuentes, miradores, calles, plazas, y el mismo medio en el que se enclavan, un paisaje de inigualables características. Es más acertado denominarlo como “el paisaje”. Existen importantes diferencias tanto en el urbanismo como en las tipologías constructivas entre los núcleos de población que son centros subcomarcales como Ugíjar, Cádiar, Órgiva, Lanjarón y el resto de los pueblos. Los primeros, poseen calles y casas más amplias, edificios modernos de varias plantas, y, aunque tienen algunos barrios que conservan la arquitectura y disposición de las casas típicas alpujarreñas, la mayoría son de tejado a dos aguas, con bloques de más de dos plantas,... similar a la de cualquier otro lugar. En este sitio web sólo se va a tratar de la arquitectura popular alpujarreña. Algunos autores opinan que el origen de la arquitectura alpujarreña se encuentra en las tribus bereberes que poblaron estas tierras, de hecho existen casas similares en el Rif marroquí y otros lugares del Mediterráneo, aunque, igual que ocurre con el origen de la metalurgia, existen precedentes en el Neolítico de viviendas similares. Se trata de construir con los materiales de las cercanías, y mejor si los proporciona gratuitamente la naturaleza.

LAS CASAS DE LA ALPUJARRA

La casa de arquitectura popular alpujarreña, está especialmente adaptada a la ladera y a las condiciones climáticas, igual que el urbanismo de los pueblos. Los materiales utilizados en las construcciones han sido la piedra, madera de castaño, nogal  y álamo, cañas, yeso, lajas de pizarra, y launa -una arcilla magnesiana de color grisáceo impermeable que cubre los terraos-... El uso de estos materiales está condicionado por razones evidentes: aprovechamiento de los recursos disponibles -si tienes en las cercanías  piedras gratis, no tiene sentido comprar ladrillos- y las dificultades para transportar los materiales -las carreteras no llegaron a La Alpujarra hasta hace unas cuantas décadas-. La obra se realizaba con mezcla de arena, cal y agua en distintas proporciones -el “opus caementicium” romano- en lugar de la arena, cemento y agua como se hace actualmente. Los muros  son de un grosor importante y su disposición, al igual que las calles, parece que no tienen  una disposición lógica. Aparte de los condicionantes del espacio disponible a construir, es muy importante tener en cuenta los posibles desplazamientos del terreno a consecuencia del tipo de suelo y la pendiente. En consecuencia, las casas alpujarreñas se dividen en volúmenes casi independientes, consiguiendo una construcción flexible, no sólo por los materiales utilizados, sino por la propia estructura que permite que algunas casas se puedan “deslizar” por la pendiente incluso varios centímetros al año. Las construcciones actuales de estructura de hormigón y cemento son edificios rígidos que no permiten desplazamientos de la base, ocasionando en algunas ocasiones que casas nuevas tengan grietas importantes difíciles de corregir. Aunque en la Alpujarra Media y Baja se hacía con mayor profusión, en la Alta, la separación de algunas habitaciones por medio de tabiques se hacían con cañizos o palos finos atados con esparto, guitas o tomizas, a modo de paneles que se enlucían posteriormente con yeso por ambas caras. Los tabiques con caña, poseen la ventaja de que además del aislamiento que produce el aire del interior de los segmentos de la caña, no suponen una carga importante para la estructura. En cuanto a las cubiertas, los terraos, se basan en vigas de castaño o álamo -en habitaciones pequeñas también se utilizaban las de encina y moral- apoyadas en los muros de carga (o en gruesas vigas de carga ene estos muros) con lajas o losas irregulares de pizarra encima -si estas tienen al menos un lado de unos 40 centímetros, si no, las pequeñas lajas van apoyadas en unas viguetas de madera denominadas alfajías -o alfarjías- que cruzan las vigas de forma perpendicular-, una mezcla de barro llamado “malhecho”, y la launa encima. El borde del terrao se cubre con lajas grandes de pizarra con al menos un lado recto -que es el que se verá dando a la calle- llamadas aleros, con piedras grandes encima llamadas “castigaeras”. En algunas casas, sobre todo las localizadas en la parte baja de los valles alpujarreños, el malhecho se apoya sobre un cañizo y este sobre las vigas -aunque este sistema no es exclusivo de La Alpujarra-; el motivo principal de la elección de lajas de pizarra, lajas pequeñas de pizarra con alfajías, o cañizo, vuelve a ser la disponibilidad del recurso. Las chimeneas, aunque existan otras formas, suelen ser trococónicas rematadas con un “sombrero” formado por una laja de pizarra y una piedra “castigaera” -para que no se lo lleve el viento-. Con la finalidad de que el peso de la chimenea no fuera excesivo y para aprovechar los restos de la obra, se podían levantar a base de yesones, que posteriormente se “enlucían”. La disposición de las habitaciones, se parece a casi todas las viviendas de montaña, incluso las de los Alpes. Así, en la planta inferior -a veces semisótano- se sitúan las cuadras de los animales -burra o burro, mula o mulo, cerdos, gallinas,...-; encima, la vivienda propiamente dicha, situándose una chimenea en la cocina y esta al lado del salón- comedor, al lado los dormitorios; y en el piso superior, el pajar y/o secadero-almacén de productos agrícolas. De esta forma, se consigue un importante aislamiento respecto del exterior: de la humedad del suelo de la planta inferior, del frío de la planta superior, mientras que los gruesos muros lo hacen por los lados de la casa. Se puede afirmar que las casas de arquitectura popular alpujarreña, por su orientación, distribución, estructura y materiales utilizados, son viviendas absolutamente “bioclimáticas”, perfectamente adaptadas a las duras condiciones meteorológicas y geográficas de Sierra Nevada, cuya eficiencia se ha contrastado con el paso de los siglos.

EL URBANISMO

Por regla general, los pueblos se adaptan a la geografía física, y como La Alpujarra es una comarca esencialmente montañosa, se disponen en escalera  y orientados al Sur o a espacios abiertos, con la finalidad de aprovechar la bonanza climática del Mediterráneo. Hoy día la práctica totalidad de los pueblos están encalados, aunque en otras épocas, quizás por motivos defensivos o por falta de disponibilidad de la cal, se camuflaban perfectamente con el paisaje al utilizar los mismos materiales en la construcción que los que se encontraban en los alrededores.  Los pueblos alpujarreños se suelen dividir en barrios de muy diferente tamaño y a veces separados por decenas de metros unos de otros. Estos barrios dependen de un núcleo más importante en el que se suelen encontrar los servicios municipales, el juzgado de paz, correos,... Con frecuencia, la separación no suele ser sólo física sino también social, teniendo algunos nombre propio, gentilicio e incluso “enemistades seculares” con el núcleo vecino. Cada barrio suele tener su plaza respectiva en la que se encuentra con frecuencia una fuente y algún bar o taberna, iglesia o ermita, panadería o tienda, incluso existe algún comercio que ofrece casi todo lo anterior, incluidos zapatos y vestimenta. La disposición de los grupos de casas es normalmente en un plano paralelo al terreno y con la misma altura: de esta forma se consigue que el “frío del Norte pase de largo”. Las calles tienen un trazado sinuoso y hasta cierto punto caótico y anárquico. Esta disposición, aparte de su adaptación al terreno, tenía una ventaja defensiva clara -los invasores se pueden “perder” por las calles, mientras desde lo alto de los terraos los alpujarreños les arrojaban lo que tenían a mano-. El terrao es la cubierta de la casa alpujarreña, siendo a veces un espacio que comparten varias casas: la propiedad no es siempre vertical, sino horizontal. El terrao se utiliza como secadero rápido de productos de huerta, para tender la ropa,… Otra característica que define el urbanismo alpujarreño son los tinaos: suelen ser voladizos que a veces cubren la entrada e incluso parte de la calle. Aunque los tinaos sean a veces una forma de apropiación privada de una vía pública, tienen su funcionalidad estratégica: dejar parte de la calle cubierta para protegerse de la inclemencias del tiempo y en el caso de nevadas copiosas acelerar el proceso de deshielo; defensivamente servían para comunicar un grupo de terraos con otros y pasar a otra zona del barrio sin pisar la calle. Hoy día, la mayor parte de las calles están alquitranadas o encementadas, aunque en algunos casos se conservan calles empedradas -con frecuencia las que tenían más pendiente o en el sentido de la ladera, para evitar la escorrentía en caso de lluvias fuertes- y de tierra -las perpendiculares a la ladera y más llanas-, algunas incluso con acequias por medio de la calle. Aún quedan también, bastantes lavaderos al lado de fuentes y acequias -o dentro de ellas-.
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