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H I S T O R I A

CARTAGO (500-206 a.C.)

 Los cartagineses se introducen en Andalucía  arrebatando a los fenicios la ciudad de Gadir - Cádiz- y monopolizando el comercio con Tartesos, cuyo estado es prácticamente aniquilado. En el año 237 a.C., Amílcar conquista la totalidad del Sur de la Península Ibérica, explotando minas de hierro y plomo en La Alpujarra.
Cartago (Túnez)

ROMA (206 a.C.- 400 d.C.)

 Roma, con la ayuda de los pueblos íberos expulsa a los cartagineses, pero se apropia de la Península incumpliendo el compromiso de evacuar las tropas -“Roma no pagaba a traidores”, a no ser que fueran romanos-. Desde el 199 a.C. se suceden las rebeliones por parte de los Íberos, siendo Colca el líder íbero que luchó en la Sierra de la Contraviesa. Los íberos son derrotados por los invasores romanos en el año 178 a.C. En La Alpujarra, el legado romano no ha sido muy investigado. Se traduce en la construcción de la Vía Hercúlea -en honor a Hércules y construida cerca del mar, en el camino que supuestamente recorrió este personaje hasta Gibraltar-, algunas ruinas del poblado romano de Murgis, otras en el Campo de Dalías, y varios yacimientos tardo-romanos en las cercanías de Órgiva y Torvizcón. Con toda probabilidad, una buena parte de la infraestructura de regadíos y sendas se cree que fueron construidas en ésta época, a iniciativa de los mismos pobladores indígenas alpujarreños. Los romanos tenían sus propias ciudades -colonias- cerca de las principales vías de comunicación, y en las zonas menos abruptas y más productivas, mientras que el resto de los núcleos tenían unos estatutos diferentes. Las ciudades indígenas estipendiarias eran generalmente las que después de una resistencia habían sido vencidas por Roma, pagaban un canon en especie o tributo, mantenían Derecho propio y acuñaban moneda; sus habitantes, libres, poseían en propiedad la tierra. Las ciudades indígenas libres no dependían directamente de Roma pero pagaban tributos. Las ciudades libres federadas, que fueron escasas, poseían gran autonomía y mantenían su organización y administración. Los habitantes estaban exentos de servir en el ejército, pero debían prestar auxilio a la metrópoli en caso de conflicto bélico. Las ciudades libres no federadas gozaban de la misma situación, pero no por pacto expreso, sino por concesión. Finalmente, estaban las ciudades inmunes, que se encontraban exentas de tributos. Posteriormente, en el año 212, se concedió la ciudadanía romana a todo el Imperio y, por tanto, también a Hispania, aunque se siguiera usando el derecho indígena en las zonas rurales. Desde los primeros años del primer milenio, tiene lugar en el Sureste de la Península la cristianización llevada a cabo por el Varón Apostólico San Torcuato, que centró su labor evangelizadora en la comarca de Guadix -la romana Acci, en la que se fundó posteriormente la primera diócesis del solar ibérico-, mientras San Tesifón realizaba su apostolado por la zona de Berja y San Cecilio en Granada. Alguna leyenda contradice la versión oficial católica: si los siete Varones Apostólicos estaban todos en el Sureste de la Península, el desembarco del Apóstol Santiago, en su hipotético viaje a Hispania, no lo realizó en el Norte, sino más bien en La Alpujarra Almeriense por Adra.

BIZANTINOS Y GODOS  (418-711 d.C.)

 Durante esta época en la que el Imperio Romano se desintegra, suevos y visigodos toman el control de la mayor parte la Península Ibérica. El Emperador Justiniano aprovecha las guerras civiles entre visigodos y toma el Sur- Sureste de la Península Ibérica durante casi doscientos años. La mayor parte de la población hispano-romana es ajena a las luchas descaradas por el poder por parte de los señores godos, que promulgan una religión confusa e impone normas sociales muy discriminatorias para cristianos y judíos. Uno de los elementos que  después identificarían a los musulmanes de todo el mundo, como es el arco de herradura, fue puesto en práctica por los hispano-romanos. Existen en La Alpujarra testimonios arqueológicos de este periodo en Trevélez y Busquístar. Tanto en ésta época como en el Islam, se demuestra la auténtica personalidad de los habitantes de la Península Ibérica: amar la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica.
Presencia bizantina en la Península Ibérica.

EL ISLAM (711- 1570 d.C.)

 La mayor parte de la población hispano-romana acogió con los brazos abiertos a los salvadores que venían del Sur, liberándolos del yugo de los opresores godos. Es absurdo imaginar una invasión militar: 17.000 hombres que desembarcaron con Tarik para dominar por la fuerza a varios millones de hispano-romanos; hay que inclinarse por tanto en una colonización por parte de la cultura islámica, más que por una invasión militar. Poco a poco, la práctica totalidad de la Península se convirtió al Islam, permitiendo una rica mezcla cada vez más profunda de diversas étnias: árabes, beréberes, sirios, persas, turcos, hindúes,... y del África negra, con el intercambio de culturas que esto suponía: nuevos cultivos, nuevas tecnologías de construcción y de regadíos, nuevos platos de cocina, nuevas filosofías,...  
Sólo quedaron, con el paso de los años, unas cuantas familias de sangre árabe, siendo el resto absorbido paulatinamente por la población indígena. Cabe pensar por tanto, que fue la cultura andalusí la que colonizó e inundó todo el mundo musulmán, siendo el pueblo más avanzado y civilizado de toda la Edad Media Europea. Baste recordar que durante el Califato de Córdoba, según algunos historiadores, en el año 1000 d.C., su capital llegó a ser la ciudad más poblada del planeta, con más de un millón de habitantes. En una comarca abrupta como La Alpujarra, la introducción islámica tardó algunos siglos, siendo su población mozárabe -cristianos en territorio musulmán- muy importante en tiempos del Califato.  En el año 913, el joven califa Abd al-Rahman III tuvo que cruzar Sierra Sulaira -Sierra Nevada- por el Puerto de la Ragua para sofocar a un grupo de rebeldes - compuesto por musulmanes hispanos=muladíes y mozárabes afines a Ibn Hafsun- que luchaban por la independencia o por el control de La Comarca y se hicieron fuertes en el Castillo de Juviles. A partir del Siglo XI, La Alpujarra vuelve a tener un cierto protagonismo, debido a la importancia comercial que adquirió el nuevo Puerto de Almería: una buena parte de su territorio se siembra de moreras,  compitiendo la seda alpujarreña con las mejores de Oriente. En el 1248, Granada se convierte en el último reino musulmán de la Península, regentado por la dinastía Nazarita, siendo su máximo símbolo físico la Alhambra de Granada. La mezcla cultural dará una identidad propia a la Alpujarra, con una riqueza proverbial única. El momento más fecundo será en los siglos XIV-XV, con una formidable producción de sedas, productos de huerta, vino, frutos secos, esencias aromáticas,... que salen hacia el interior o al mar, en muchos casos como pago de impuestos de los reyes nazaríes a los castellanos.

CASTILLA (1492-1977 d.C.)

Con la caída de Granada en 1492; tanto los mudéjares como los nuevos conversos al cristianismo –estos obligados por las sucesivas pragmáticas- pasan a ser “moriscos”.  La opresión hace que este pueblo se subleve contra las continuas injusticias y vejaciones, proclamando rey de los andaluces a Don Fernando de Córdoba y Válor, bajo el nombre de Abén Humeya. Por la trascendencia que tuvieron en La Alpujarra estos hechos históricos se dedica una página de homenaje, contando su historia, que por extensión puede simbolizar a todos los que han luchado por su tierra y su cultura a lo largo de toda la Prehistoria e Historia. Las cruentas batallas tendrán fin en 1570, año en que Felipe II decretó la expulsión de los moriscos que vivían en estas tierras, ocasionando entonces una despoblación casi total de la comarca. Con el objeto de paliar los efectos económicos negativos, se inicia una repoblación y reparto de tierras con gentes del resto de la península –andaluces, castellanos, gallegos,...- durante los siglos XVI-XVII. Se evidencia un gran cambio en todos los aspectos, como el descenso de la industria sedera, cultivos en retroceso, etc., y un desgaste ecológico y económico de la zona, con cultivos extensivos de cereales de manos de los nuevos colonos -adaptados a otros sistemas de cultivo agrícola y de manejo ganadero-. Entrado el Siglo XVIII, cada pueblo de la Alpujarra  organiza de nuevo la red de bancales, restaurando antiguas acequias y albercas, consumiendo sus propias frutas y hortalizas, arreglando molinos de harina, talando la madera, tejiendo, etc. En definitiva, una tendencia al autoabastecimiento y a la economía de subsistencia, que perdurará hasta casi la década de los 70 del Siglo XX. A finales del Siglo XIX y principios XX se produce de nuevo “la fiebre de los metales” alpujarreños, siendo varias empresas extranjeras y nacionales las que vuelven a plagar de minas la comarca -en la Sierra de Gádor y Contraviesa, las Minas del Conjuro, en la Sierra Lújar, ...-. Este “esplendor” duró pocos años, ya que para la extracción y proceso del mineral se necesitaban grandes cantidades de madera: talaron la práctica totalidad de la Sierra de Gádor, Lújar y una buena parte de Sierra Nevada, causando en unos pocos años más destrozo ecológico que en los seis mil años anteriores de minería. Con la llegada de la industrialización y el auge del turismo de sol y playa a otras zonas de España, se produce un gran proceso migratorio que busca hipotéticas mejoras en su calidad de vida: los alpujarreños, al igual que tantos andaluces, emigran a otros lugares -“Pepe, vente p´Alemania”-, notándose una merma considerable en la población de muchos pueblos y cuyos efectos aún hoy día se dejan sentir.     A finales del año 1.975 muere el último dictador de la Península Ibérica, un militar gallego que impuso un régimen nacional-católico y la aplicación de una pseudopolítica de recuperación de los “antiguos valores de la patria”, como eran la unidad de España de los Reyes Católicos, el apóstol Santiago espada en mano y cerrando España, “a Dios rogando y con el mazo dando”,... durante 40 largos años.

LA DEMOCRACIA (1978  d.C. -hoy)

 

Hoy día hay elecciones municipales, generales al Congreso de los Diputados y al Senado, elecciones autonómicas al Parlamento de Andalucía, al Parlamento Europeo,... Estamos en una democracia consolidada que se une al resto de países libres de Europa. Podríamos resumir este corto periodo en los siguientes hechos: Vuelta de los emigrantes, aunque los hijos no suelan retornar. Los jóvenes que consiguen estudiar continúan emigrando. Tendencias al consumismo, abandonando de una forma radical la autosuficiencia. Pérdida de la artesanía autóctona y abandono de la agricultura tradicional. Entrada de nuevos colonos -nacionales y extranjeros-. Construcciones que no respetan la arquitectura tradicional y actividades económicas que no respetan el medio. Creación de entidades y asociaciones que promueven la conservación de los valores culturales y promueven iniciativas de desarrollo sostenible: Abuxarra, Colectivo Peñabón,... Fuerte auge de sectores económicos como el turismo, la artesanía y la construcción. Introducción paulatina de las nuevas tecnologías. Declaración de espacios protegidos -Parque Natural y Nacional, Sitio Histórico-. De nuevo, el pueblo mediterráneo del Sur de Europa es libre, solidario, tolerante,...  y dueño de su destino.

CARTAGO (500-206 a.C.)

 Los cartagineses se introducen en Andalucía  arrebatando a los fenicios la ciudad de Gadir -Cádiz- y monopolizando el comercio con Tartesos, cuyo estado es prácticamente aniquilado. En el año 237 a.C., Amílcar conquista la totalidad del Sur de la Península Ibérica, explotando minas de hierro y plomo en La Alpujarra.
Cartago (Túnez)

ROMA (206 a.C.- 400 d.C.)

 Roma, con la ayuda de los pueblos íberos expulsa a los cartagineses, pero se apropia de la Península incumpliendo el compromiso de evacuar las tropas - “Roma no pagaba a traidores”, a no ser que fueran romanos-. Desde el 199 a.C. se suceden las rebeliones por parte de los Íberos, siendo Colca el líder íbero que luchó en la Sierra de la Contraviesa. Los íberos son derrotados por los invasores romanos en el año 178 a.C. En La Alpujarra, el legado romano no ha sido muy investigado. Se traduce en la construcción de la Vía Hercúlea -en honor a Hércules y construida cerca del mar, en el camino que supuestamente recorrió este personaje hasta Gibraltar-, algunas ruinas del poblado romano de Murgis, otras en el Campo de Dalías, y varios yacimientos tardo- romanos en las cercanías de Órgiva y Torvizcón. Con toda probabilidad, una buena parte de la infraestructura de regadíos y sendas se cree que fueron construidas en ésta época, a iniciativa de los mismos pobladores indígenas alpujarreños. Los romanos tenían sus propias ciudades -colonias- cerca de las principales vías de comunicación, y en las zonas menos abruptas y más productivas, mientras que el resto de los núcleos tenían unos estatutos diferentes. Las ciudades indígenas estipendiarias eran generalmente las que después de una resistencia habían sido vencidas por Roma, pagaban un canon en especie o tributo, mantenían Derecho propio y acuñaban moneda; sus habitantes, libres, poseían en propiedad la tierra. Las ciudades indígenas libres no dependían directamente de Roma pero pagaban tributos. Las ciudades libres federadas, que fueron escasas, poseían gran autonomía y mantenían su organización y administración. Los habitantes estaban exentos de servir en el ejército, pero debían prestar auxilio a la metrópoli en caso de conflicto bélico. Las ciudades libres no federadas gozaban de la misma situación, pero no por pacto expreso, sino por concesión. Finalmente, estaban las ciudades inmunes, que se encontraban exentas de tributos. Posteriormente, en el año 212, se concedió la ciudadanía romana a todo el Imperio y, por tanto, también a Hispania, aunque se siguiera usando el derecho indígena en las zonas rurales. Desde los primeros años del primer milenio, tiene lugar en el Sureste de la Península la cristianización llevada a cabo por el Varón Apostólico San Torcuato, que centró su labor evangelizadora en la comarca de Guadix -la romana Acci, en la que se fundó posteriormente la primera diócesis del solar ibérico-, mientras San Tesifón realizaba su apostolado por la zona de Berja y San Cecilio en Granada. Alguna leyenda contradice la versión oficial católica: si los siete Varones Apostólicos estaban todos en el Sureste de la Península, el desembarco del Apóstol Santiago, en su hipotético viaje a Hispania, no lo realizó en el Norte, sino más bien en La Alpujarra Almeriense por Adra.

BIZANTINOS Y GODOS  (418-711 d.C.)

 Durante esta época en la que el Imperio Romano se desintegra, suevos y visigodos toman el control de la mayor parte la Península Ibérica. El Emperador Justiniano aprovecha las guerras civiles entre visigodos y toma el Sur-Sureste de la Península Ibérica durante casi doscientos años. La mayor parte de la población hispano-romana es ajena a las luchas descaradas por el poder por parte de los señores godos, que promulgan una religión confusa e impone normas sociales muy discriminatorias para cristianos y judíos. Uno de los elementos que  después identificarían a los musulmanes de todo el mundo, como es el arco de herradura, fue puesto en práctica por los hispano- romanos. Existen en La Alpujarra testimonios arqueológicos de este periodo en Trevélez y Busquístar. Tanto en ésta época como en el Islam, se demuestra la auténtica personalidad de los habitantes de la Península Ibérica: amar la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica.

EL ISLAM (711- 1570 d.C.)

 La mayor parte de la población hispano-romana acogió con los brazos abiertos a los salvadores que venían del Sur, liberándolos del yugo de los opresores godos. Es absurdo imaginar una invasión militar: 17.000 hombres que desembarcaron con Tarik para dominar por la fuerza a varios millones de hispano-romanos; hay que inclinarse por tanto en una colonización por parte de la cultura islámica, más que por una invasión militar. Poco a poco, la práctica totalidad de la Península se convirtió al Islam, permitiendo una rica mezcla cada
vez más profunda de diversas étnias: árabes, beréberes, sirios, persas, turcos, hindúes,... y del África negra, con el intercambio de culturas que esto suponía: nuevos cultivos, nuevas tecnologías de construcción y de regadíos, nuevos platos de cocina, nuevas filosofías,...   Sólo quedaron, con el paso de los años, unas cuantas familias de sangre árabe, siendo el resto absorbido paulatinamente por la población indígena. Cabe pensar por tanto, que fue la cultura andalusí la que colonizó e inundó todo el mundo musulmán, siendo el pueblo más avanzado y civilizado de toda la Edad Media Europea. Baste recordar que durante el Califato de Córdoba, según algunos historiadores, en el año 1000 d.C., su capital llegó a ser la ciudad más poblada del planeta, con más de un millón de habitantes. En una comarca abrupta como La Alpujarra, la introducción islámica tardó algunos siglos, siendo su población mozárabe -cristianos en territorio musulmán- muy importante en tiempos del Califato.  En el año 913, el joven califa Abd al-Rahman III tuvo que cruzar Sierra Sulaira -Sierra Nevada- por el Puerto de la Ragua para sofocar a un grupo de rebeldes -compuesto por musulmanes hispanos=muladíes y mozárabes afines a Ibn Hafsun- que luchaban por la independencia o por el control de La Comarca y se hicieron fuertes en el Castillo de Juviles. A partir del Siglo XI, La Alpujarra vuelve a tener un cierto protagonismo, debido a la importancia comercial que adquirió el nuevo Puerto de Almería: una buena parte de su territorio se siembra de moreras,  compitiendo la seda alpujarreña con las mejores de Oriente. En el 1248, Granada se convierte en el último reino musulmán de la Península, regentado por la dinastía Nazarita, siendo su máximo símbolo físico la Alhambra de Granada. La mezcla cultural dará una identidad propia a la Alpujarra, con una riqueza proverbial única. El momento más fecundo será en los siglos XIV-XV, con una formidable producción de sedas, productos de huerta, vino, frutos secos, esencias aromáticas,... que salen hacia el interior o al mar, en muchos casos como pago de impuestos de los reyes nazaríes a los castellanos.

CASTILLA (1492-1977 d.C.)

Con la caída de Granada en 1492; tanto los mudéjares como los nuevos conversos al cristianismo –estos obligados por las sucesivas pragmáticas- pasan a ser “moriscos”.  La opresión hace que este pueblo se subleve contra las continuas injusticias y vejaciones, proclamando rey de los andaluces a Don Fernando de Córdoba y Válor, bajo el nombre de Abén Humeya. Por la trascendencia que tuvieron en La Alpujarra estos hechos históricos se dedica una página de homenaje, contando su historia, que por extensión puede simbolizar a todos los que han luchado por su tierra y su cultura a lo largo de toda la Prehistoria e Historia. Las cruentas batallas tendrán fin en 1570, año en que Felipe II decretó la expulsión de los moriscos que vivían en estas tierras, ocasionando entonces una despoblación casi total de la comarca. Con el objeto de paliar los efectos económicos negativos, se inicia una repoblación y reparto de tierras con gentes del resto de la península –andaluces, castellanos, gallegos,...- durante los siglos XVI-XVII. Se evidencia un gran cambio en todos los aspectos, como el descenso de la industria sedera, cultivos en retroceso, etc., y un desgaste ecológico y económico de la zona, con cultivos extensivos de cereales de manos de los nuevos colonos -adaptados a otros sistemas de cultivo agrícola y de manejo ganadero-. Entrado el Siglo XVIII, cada pueblo de la Alpujarra  organiza de nuevo la red de bancales, restaurando antiguas acequias y albercas, consumiendo sus propias frutas y hortalizas, arreglando molinos de harina, talando la madera, tejiendo, etc. En definitiva, una tendencia al autoabastecimiento y a la economía de subsistencia, que perdurará hasta casi la década de los 70 del Siglo XX. A finales del Siglo XIX y principios XX se produce de nuevo “la fiebre de los metales” alpujarreños, siendo varias empresas extranjeras y nacionales las que vuelven a plagar de minas la comarca -en la Sierra de Gádor y Contraviesa, las Minas del Conjuro, en la Sierra Lújar, ...-. Este “esplendor” duró pocos años, ya que para la extracción y proceso del mineral se necesitaban grandes cantidades de madera: talaron la práctica totalidad de la Sierra de Gádor, Lújar y una buena parte de Sierra Nevada, causando en unos pocos años más destrozo ecológico que en los seis mil años anteriores de minería. Con la llegada de la industrialización y el auge del turismo de sol y playa a otras zonas de España, se produce un gran proceso migratorio que busca hipotéticas mejoras en su calidad de vida: los alpujarreños, al igual que tantos andaluces, emigran a otros lugares -“Pepe, vente p´Alemania”-, notándose una merma considerable en la población de muchos pueblos y cuyos efectos aún hoy día se dejan sentir.     A finales del año 1.975 muere el último dictador de la Península Ibérica, un militar gallego que impuso un régimen nacional-católico y la aplicación de una pseudopolítica de recuperación de los “antiguos valores de la patria”, como eran la unidad de España de los Reyes Católicos, el apóstol Santiago espada en mano y cerrando España, “a Dios rogando y con el mazo dando”,... durante 40 largos años.

LA DEMOCRACIA (1978  d.C. -hoy)

 

Hoy día hay elecciones municipales, generales al Congreso de los Diputados y al Senado, elecciones autonómicas al Parlamento de Andalucía, al Parlamento Europeo,... Estamos en una democracia consolidada que se une al resto de países libres de Europa. Podríamos resumir este corto periodo en los siguientes hechos: Vuelta de los emigrantes, aunque los hijos no suelan retornar. Los jóvenes que consiguen estudiar continúan emigrando. Tendencias al consumismo, abandonando de una forma radical la autosuficiencia. Pérdida de la artesanía autóctona y abandono de la agricultura tradicional. Entrada de nuevos colonos -nacionales y extranjeros-. Construcciones que no respetan la arquitectura tradicional y actividades económicas que no respetan el medio. Creación de entidades y asociaciones que promueven la conservación de los valores culturales y promueven iniciativas de desarrollo sostenible: Abuxarra, Colectivo Peñabón,... Fuerte auge de sectores económicos como el turismo, la artesanía y la construcción. Introducción paulatina de las nuevas tecnologías. Declaración de espacios protegidos -Parque Natural y Nacional, Sitio Histórico-. De nuevo, el pueblo mediterráneo del Sur de Europa es libre, solidario, tolerante,...  y dueño de su destino.
HISTORIA